Jirones de periódico

Atribulaciones y publicaciones de una escritora y periodista madrileña en la aldea gallega

04 julio 2006

Entrevista a Juan Luis Galiardo


“El problema de este país es que hay poca asistencia psicológica”

Esta noche se subirá al escenario para desnudar los miedos y miserias de un actor, que bien podría ser el mismo. Desde la filosofía estoica hasta las peores miserias humanas. Juan Luis Galiardo nos cuenta en esta entrevista que es ahora cuando comprende la verdadera realidad de un oficio que le sirve como la mejor de las terapias.

– Tras más de cuatro décadas sobre los escenarios y en los platós, ¿hay algo que le quede todavía por hacer?
– Una de las cosas más importantes que el ser humano tiene que hacer es aprender a morirse, y eso algo que la sociedad actual no quiere. La gente quiere ser eterna. Esta es la teoría ‘supermánica’ que el capitalismo ha usado: seremos eternos porque haremos mucho dinero, da igual al precio que sea, para intentar perpetuarnos a través de lo material. Ese es un mensaje que a mi me interesa poco, creo que debemos aprender a morirnos, tienes que ir poco a poco despresentándote de sitios, estando donde debes estar y en ningún otro lugar y aceptando el paso del tiempo como un hecho natural, inexorable. Debería leerse más a los estoicos griegos, no a sabios del momento como Bill Gates o Santiago Segura que hace tanto dinero con sus películas, o Beckham o Ronaldo. Entonces podríamos descubrir que ellos decían que la diferencia entre un sabio y un hombre corriente es que el sabio usa el libre albedrío hasta el límite donde el destino y el misterio insondable no le permiten avanzar más. Y en ese momento en lugar de ser soberbio y negar la evidencia de su ignorancia, la acepta humildemente.
– Pero el arte, sobre todo el que realiza usted, es un modo de negar la mortalidad. Uno puede morir, pero sus películas, sus creaciones quedan ahí.
– Sí, pero yo no pretendo ser eterno. Desde que salí de mi estado de locura, de la depresión y el desgarro emocional que me causaron los renglones torcidos de la vida, he llegado a este oficio, que en un momento dado me parecía absurdo. Pero he descubierto que no lo era, porque es mi destino. Yo era el proyecto de un ingeniero agrónomo y economista que en ningún caso tenía nada que ver con esto. Ni si quiera tenía una referencia de la pantalla como mitología. Ni Gary Cooper, ni Bogart ni Gregory Peck significaban nada para mi. Me gustaba mucho más el deporte que el cine, y los pensadores de la filosofía estoica, que siempre me llamó la atención. Yo llegué aquí en una huida hacia adelante. Durante mucho tiempo esto no me interesó hasta que, poco a poco, en un proceso de indagación personal, gracias a la gente que me ha ayudado a bucear en mi subconsciente, he ido arreglando un poco mis desgarros, que fueron los que me condujeron aquí. El oficio, en los últimos años, ha significado para mi una terapia. Por eso esto es un hecho terapéutico y por eso las películas de mis últimos veinte años son así. Ahora comienzo a aceptar mis limitaciones, pero como digo siempre al final de las representaciones cuando me aplauden, yo no quiero que me aplaudan, porque el que mejor se lo pasa soy yo y el que más beneficio se lleva de cada representación soy yo. Esto es una novedad dentro de las artes escénicas y seguramente se debe al psicoanálisis tan profundo que he tenido que hacer. Evito los aplausos, porque el que ha crecido en esa representación he sido yo. Y la gente parece que lo entiende, porque yo me voy del escenario y siguen aplaudiendo como si fuese un acto de sintonía con mi manera de pensar. Yo no quiero pasar a la posteridad, quiero sólo ser un poquito feliz. Sólo quiero soportarme a mi y soportar aceptablemente mi entorno.
– En ‘Un hombre con suerte’ está solo frente al público, ¿esto le da mayor libertad creativa?
– No, porque el trabajo de esa función ha sido cincelado por mi amigo y director García Sánchez y por Eduardo Úrculo, que creó un estupendo espacio escénico. Esto disciplina mis movimientos y mis recorridos. Me da una libertad que de alguna forma está muy pactada. Ese pacto con estas personas dan el fruto de lo que ellos querían para mi, que esta obra fuese un recorrido terapéutico, por eso habla de un actor que se sube a desnudar parte de su alma y sus fantasmas.
– ¿La obra fue escrita por Alonso de Santos para usted?
– No, pero cuando él me vio en una representación que hablaba del paso del tiempo y de la vejez, decidió arreglarla para mi. Hay mucha gente que no entiende esto, que quieren cosas que estén más de su mano, ver personajes en la pantalla que sean más ridículos y más miserables que ellos, para así sentirse mejor. Pero es que uno de los problemas de este país es que hay poca asistencia psicológica y psquiátrica. Hay gente a la que le haría muchísima falta... Disculpe usted, con su permiso voy a pedir un café... Tengo una entrañable secretaria que me hace un café estupendo y para ser respetuosos nos hablamos de usted. Hicimos el amor dos o tres veces y aquello era una falta de respeto. Entonces decidimos seguir trabajando juntos pero tratándonos de usted. Seguimos haciendo el amor, que conste.
– ¿Hablándose de usted?
– Sí, en estos momentos. Es que es mi mujer, sabe... Como hace funciones de secretaria le hablo de usted, pero en casa de tú. Pero ahora son horas de oficina. Cobra nómina, no se crea, que Galiardo Producciones le paga bien.
–Pues no siempre en fácil trabajar con la pareja.
– Para eso me he gastado mucho en psiquiatras, sabe usted.

Publicado en FARO DE VIGO, el Viernes, 7 de octubre de 2005