Jirones de periódico

Atribulaciones y publicaciones de una escritora y periodista madrileña en la aldea gallega

02 enero 2004

Desde el desierto


El pasado viernes me tembló el alma. Me tembló en un sollozo incontenible de tristeza. Una tristeza que tenía nombre de ciudad y sabor de arena seca de desierto. El viernes la tierra tembló en Bam, un nombre perdido en la inmensa geografía del país del que heredé los ojos, y el sentir, y el calor. Un nombre que estos días se hace desgraciadamente familiar para cientos de orientales a los que, hasta ayer, aún había que prestar un mapa para situarse más allá de Palestina.
El alma me tembló en los labios y el sollozo quedó quieto, temeroso de salir, de hacerse aire y perderse para siempre en el espacio. Desde la pantalla de la televisión me llegaban retazos sueltos de llantos en un idioma amado y conocido más allá de la consciencia. Y las mujeres enlutadas con el chador lamentándose, como sólo las mujeres en Irán saber hacerlo. Con esos gritos de desesperación que salen directamente de las entrañas para estrellarse contra los designios de Alá. Nadie grita como lo hace una madre persa, con su hijo adolescente tendido en sus brazos. Y otros gritos llegan hasta mí, atravesando la nieblas del tiempo, desde el año de mi nacimiento. La revolución. Las madres de los mártires de Jomeini llorando la muerte de sus vástagos, mi abuela, tan joven entonces, gritando, atravesando mis tímpanos con una tono agudo, inaudito, inhumano. Se habían llevado a mi abuelo. “Mehr, pesare man, joskele man, baba raft, baba raft”.
El amargor del desierto, de ese desierto que hiela el corazón en las largas y espesas noches del invierno, se queda hoy, como nunca, impregnado en los labios.
Desde lejos, desde el otro extremo del mundo, extranjera siempre en todas partes, rezando no sé a quién para despertar la compasión de no sé quién. Deja de castigarles, por favor, déjales tranquilos de una vez.

Bara maman e baba bosorgue. Geili duste daram.

Publicado en FARO DE VIGO, el Viernes, 2 de enero de 2004